EL SABOR DE LA VIDA


Jesús pidió ser sal de la vida y luz del mundo. Linda metáfora, pero ¿qué nos quiso decir?
Todos sabemos que la sal le da sabor a los alimentos. Por lo que podemos deducir que el mensaje apunta a darle sabor a nuestra existencia.
Sin embargo, los problemas cotidianos nos retiran de este camino.
Tenemos la tendencia de ver lo que nos falta pero no lo que tenemos; recordar los momentos desagradables, pero no aquellos que nos hicieron reír; preferimos encerrarnos en nosotros mismos en lugar de abrirnos a la vida y vincularnos con los demás; conversar sobre temas tristes en vez de buscar modos de hablar de cosas que nos reconfortan.
En otras palabras, la sal está en la mesa pero no la vemos ni la usamos.
Darle sabor a la vida es enfrentarla con una actitud positiva, constructiva, con tolerancia, paciencia y sabiduría, esto último es verla con los ojos de Dios.
Por otra parte, la sal también es utilizada para conservar los alimentos de lo contrario se estropean. Y esta es una misión muy importante, tanto para nosotros como para incidir en los demás y ayudarlos a recuperar el sabor en sus vidas.
Del mismo modo podemos analizar el ser luz del mundo.
Al quitarle luz a la vida, oscurecemos la carretera que nos conduce al bienestar y equilibrio emocional. Es la luz la que nos facilita no tropezar con problemas que se pueden evitar o encontrar modos de salir de aquellos que fueron inevitables.
La luz esclarece el escenario de nuestra existencia; la luz es el día que comienza ofreciéndonos un sinfín de oportunidades y en ese despertar se encuentra nuestra opción voluntaria y libre de apreciar el día con una actitud nueva.
Asimismo, ser luz para los otros es entregarse sin medida, amar sin condiciones, ofrecerles una mano amiga; es también cambiar nuestra actitud para con el hermano.
Básicamente, Jesús nos dio una misión que requiere un cambio de actitud.

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