Nos olvidamos de Dios
"Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús..." nos pide San Pablo en Flp 2, 5-11.
Pero...¿que significa ese pedido?¿ De qué sentimientos estamos hablando?
Básicamente se trata de que permitamos a Cristo vivir en nosotros y con nosotros.
Se trata de que vayamos lentamente, incorporando sus hábitos, sus mensajes, su misma disposición emocional hacia aquellos con quienes convivía o incluso desconocía.
Jesús pensaba antes de hablar, se compadecía de las necesidades de su prójimo y las atendía,
tenía criterio propio a la hora de emitir una opinión, no le importaba el qué dirán ni buscaba figurar ni ocupar primeros puestos, era humilde y no guardaba rencores ni rebeldías en su interior, perdonaba y sobre todo, vivía orando para entender lo que pasaba a su alrededor y tomar las mejores decisiones.
¿Cuánto de esto hace el hombre o la mujer del siglo XXl?
Si lo pensamos bien, el permanente aceleramiento de la vida cotidiana, el oscurecimiento de la fe, el ruido incesante de los medios de comunicación y de las redes sociales, el no tener criterio propio porque nos interesa más quedar bien con el otro que respetar la verdad, la busqueda de cuidar las apariencias.... (y la lista continúa), nos han vuelto personas que caminan desorientadas por la vida.
El tiempo presente cargado de vanalidades, nos han convertido en seres inhumanos, cargados de desesperanza, con preocupaciones sobre las que poco control podemos tener. Nos creemos autosuficientes y lo único que hemos conseguido por olvidar a Dios, es enfretarnos con el sin sentido de la vida.
Es hora de recapitular, darnos cuenta de que somos seres creados para el amor, que nada podemos sin ese Dios que no hace otra cosa que esperar por una respuesta nuestra que nos conduzca hacia Él.
En otras palabras, Dios espera a cada instante, que nos atrevamos a decirle finalmente que sí, que nos dejemos de excusas y compartamos nuestra vida con Él.
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