NO SABEMOS NADA… y es bueno
Nada sabemos acerca de nada.
Entender que somos limitados acerca de tantas cosas nos ubica en un lugar en
que debemos actuar con prudencia y responsabilidad acerca de todo.
No sabemos lo que nos depara
este día al levantarnos; no sabemos con qué dificultades nos vamos a encontrar;
no sabemos hasta cuándo va a responder nuestra salud; no sabemos si obtendremos éxito o fracaso en
aquello que emprendimos.
Por lo tanto, ¿para qué
tanta vanidad? ¿Para qué tantas preocupaciones inútiles? ¿Para qué tanta
arrogancia?
Mejor sería ponernos en las
manos de Dios al despertar, solicitar su gracia para disponer de la sabiduría
necesaria al momento de tomar decisiones, rogar porque su luz ilumine el camino
que hemos de emprender día a día y nos provea de las fuerzas adecuadas para
afrontar los ventarrones que pueden mover nuestro esqueleto pero sin dejarnos
caer.
El hecho de no saber nada de
nada, no significa empezar cada día con miedo, sino por el contrario tener la
plena seguridad de que Dios no va a ponernos obstáculos que no podamos saltar
sin su ayuda.
Significa que debemos obrar
en todo momento con humildad y desde el corazón, poniendo todo de nuestra parte
para actuar y decidir con las mejores intenciones.
No saber nada de nada nos
instala en el lugar que nos corresponde; nos reclama ser reflexivos, a buscar ayuda; en otras
palabras nos evita endiosarnos y nos sitúa en nuestra verdadera naturaleza
humana.
Ser conscientes de que muy
poco sabemos de la realidad, nos empuja a esperar más en Dios, a ser hombres y
mujeres de esperanza.-
Comentarios
Publicar un comentario