SER COMO NIÑOS


En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -« ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”
Los niños nos enternecen por su autenticidad y falta de prejuicios; su curiosidad es constante; actúan de forma natural y espontánea ante las personas con las que se cruzan en su vida.
Los niños superan de una forma más rápida que los adultos la exposición a situaciones complicadas; ven todos los aspectos de su vida como un juego y tienen una necesidad de aprendizaje permanente.
Además, saben compartir con los demás sus grandes momentos y no tienen miedo a reírse sea cual sea el lugar o situación en la que se encuentran. 
Todos los que hoy somos adultos, fuimos de esa manera alguna vez… ¿Qué nos pasó en el proceso de crecimiento? ¿Cómo pudimos cambiar tanto?
Éramos alegres sin importar cuánto podía molestar a alguien nuestra risa; dejábamos volar nuestra imaginación creando juegos con lo que fuera que encontrábamos a mano; nada nos intimidaba ni “el qué dirán” ni lo que pudieran pensar de nosotros.
Inmersos en esta sociedad que no cesa de influenciarnos, fuimos perdiendo autenticidad y nos volvimos prejuiciosos. Ahora miramos para todos lados antes de decir o hacer algo por temor a no caer bien y dejamos de lado la asertividad en nuestra vida para hacer, decidir y vivir como todos lo hacen.
Pero lo que más nos afectó, fue abandonar esa confianza que teníamos en nuestros padres, ese respeto por sus enseñanzas, esa obediencia a sus mandatos de amor que sólo buscaban protegernos.
Hoy necesitamos recuperar esas características humanas de nuestra niñez y volver a confiar en Dios Padre, aprendiendo a poner nuestra vida en sus manos.
Necesitamos volver al camino de la autenticidad, de la creatividad, de la tolerancia y la asertividad. Precisamos volver a nosotros mismos y recuperar la vida que alguna vez tuvimos.

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